sábado, 17 de octubre de 2009

16 de Octubre, 1854

Me declaro culpable. No se en que rayos estaba pensando que me hizo olvidar un día tan importante. Bueno, al menos a mi me importa bastante.

Todos los días dentro de nuestra vida se parecen, podrían hasta ser iguales, pero de alguna forma no lo conseguímos, ni lo conseguiríamos aunque lo quisieramos. Siempre hay acontecimientos, cosas, animales, personas, que a lo largo de nuestra vida consiguen hacernos cambiar en muchos aspectos. Directa o indirectamente, para bien o para mal. Da lo mismo, no me incumbe realmente.

La verdad, cuando era pequeña (no es que ahora sea muy grande tampoco) no me gustaba leer, y hasta me molestaba, más y me resignaba a escuchar a mi madre decir que me sería muy útil cultivar el hábito de la lectura, que me ayudaría mucho y que, además, era muy entretenido. Si pudiera volver al pasado, no hay duda de que cambiaría muchas cosas (aunque no tenga algunas del todo claras), pero de lo que si estoy segura es que volvería y en ese preciso instante me abofetearía. Ahora solo me resigno a la idea de que no cree el habito antes porque así debía ser, y todo bien. Lo que no significa que no me imagine el mundo de otra forma y menos el pensar lo diferente que sería, porque creer lo contrario es una completa idiotez.
¿Qué sucedería si no hubiese sabido que existió gente como tú en un mundo como éste? ¿Si nunca en la escuela me hubiesen obligado a leer 'El Ruiseñor, la Rosa y otros cuentos'? ¿Si no me hubiese reencontrado contigo en estos tiempos?
Lo se, más que letras, puedo ser notas, música, sonidos...Y silencios. Pero la lectura y la escritura cumplen un papel fundamental en mi vida, casi tanto como la música: Me relajan, me liberan. Me doy el privilegio de disfrutar libremente la efímera sensación de que esta mierda de mundo puede cambiar, que podríamos ser peor aunque estemos bastante mal, de que gentes como tú pueden existir, o seguir existiendo cada día.
No estoy pidiendo exactamente una replica, ni siquiera conocer a alguien así, pero solo abro una posibilidad en la mente de que alguien más, en algún lugar del mundo, está pensando cosas que podrías haber estado pensando. Podrías, pero ya no. Nunca más...Porque ya no eres parte de este mundo y estás ocupado con tus nuevos asuntos, quien sabe cuales serán.
En fin, tengo otra clase de motivos mucho más extensos, y al final no mencioné mucho sobre tí, rara vez me gusta hablar sobre alguien (lo que no significa que no lo haga de todas formas, soy humana).
Si no hubieses existido, y no solo tú, si no que también muchas otras personas, no se que haría en estos minutos. Quizás realmente aborrecería la lectura, o quizás no.
¿Quién sabe? Y lo más importante ¿Quién quiere saber?
No puedo decir otra cosa que no sea; gracias mundo, por permitir que personas como él, Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde, existieran en algún espacio-tiempo.

Un pequeño recuerdo:

Balada de la Cárcel del Reading .- Extracto

¡Ah, Cristo querido! Los mismos muros
del penal parecía que tambalearan!
Volviose un casco de candente acero
el cielo azul sobre nuestras cabezas,
y aunque yo era también un alma triste
ya no pude sentir mi propia pena.

Sólo pude saber qué pensamiento
obsesional precipitó su paso,
y por qué contemplaba con pupilas
tan ávidas la luz del claro día:
¡ese hombre había matado lo que amaba
y tenía que morir por esa causa!

Sin embargo, -¡y escúchenlo bien todos!-

siempre los hombres matan lo que aman!
Con miradas de odio matan unos,
con palabras de amor los otros matan,
el cobarde asesina con un beso
y el hombre de valor con una espada!

Unos matan su amor cuando son jóvenes,
otros matan su amor cuando son viejos,
con las manos del oro mátanlo unos,
con manos de lujuria otros lo asfixian,
y los más compasivos con puñales
pues los muertos así, pronto se enfrían.

Algunos aman demasiado corto,

algunos aman demasiado largo;
unos venden amor y otros lo compran,
éstos aman vertiendo muchas lágrimas,

sin un leve suspiro aman aquéllos,
porque cada hombre mata lo que ama
aunque no tenga que morir por ello!

Él no muere una muerte vergonzosa
un torvo día de desgracia oscura,
ni tiene un nudo al rededor del cuello,
ni su pálida faz un paño cubre,
ni los dos pies para agarrar el piso
estira en el instante que más sufre.

No se sienta con hombres silenciosos

que atentos lo custodian noche y día,
que vigilan su llanto cuando llora
y cuando va a rezar sus oraciones,
y hasta el último instante lo vigilan
por miedo de que él mismo pretendiese
robarle su botín a las prisiones.