sábado, 19 de febrero de 2011

El Debut del Gran Hèroe (continuaciòn)

Anteriormente, en Fifth Avenue...

"¡Vamos Qwertys! ¡Qwertysqwertysqwertysqwertys! ¡QWERTSY! ¡POR FAAAA! ¡Qwertyyyyys, este es el momento màs importante de tu vida y tu te lo quieres perder!"


***

Fernando Kliche se deshacía en agradecimientos, decía que estaba realmente agradecido de su fortuna y que cuando quisiera, que los visitara. Yo con la mejor de las disposiciones agradecía su gratitud (y él a su vez agradecía que yo estuviera agradecido de que me agradeciera) y me apresuraba hacia la puerta, porque sabía que si, por cualquier motivo, llegaba a aparecer el verdadero sacerdote estaría en problemas.
Con la sotana aún puesta no alcancé a llegar a la puerta cuando veo que entra el sacerdote verdadero y me dirigió una mirada inquisitoria. Me di vuelta para ver a Kliche… Se veía desconcertado. El sacerdote no tardó en decir.
“¿Y usted quién es? Que yo sepa yo era el único sacerdote que habían enviado para acá a oficiar el matrimonio. Usted tiene que ser un impostor”
Yo no perdí el tiempo tratando de defender lo indefendible, así que hice lo mejor que podía en ese momento.
¡Taclear al cura como si mi vida dependiera de ello!
Lo lancé al lado opuesto del que se encontraba la puerta y corrí hacia fuera, Fernando Kliche gritó “¡Atrápenlo! Era de noche y había neblina, pero las luces de abajo, de la ciudad, iluminaban lo suficiente como para ver un poco. Corrí hacia el cerro pero por más que me esforzaba, en perderlos, ellos llevaban una distancia constante. Sabía que si me dejaba atrapar sería todo, así que regresé a la casa para ver si encontraba algo útil.
Estaba en lo correcto, afuera de la casa había una bicicleta. Me subí mientras escuchaba a Kliche gritar “¡Ese infeliz se está robando mi bicicleta! ¡Ladrón!” Pedalee y pedalee, pero me era imposible perderlos, siempre me llevaban una distancia constante. En un momento vi, abajo del cerro, que había una vía de tren y un poco más lejos iba el tren. “Ya está” pensé “si logro llegar hasta el tren, los perderé para siempre, no lograran mantener el ritmo de la locomotora”. El único problema era que para llegar abajo debía lanzarme cerro abajo en bicicleta y esperar no morir en el intento. La situación no se prestó para nada mejor, así que lo hice.
De una manera u otra llegué hasta la vía férrea. Ya no tenía bicicleta y tenía cortes y moretones en todo el cuerpo. Me levanté como pude, miré hacia atrás y vi que Fernando y el Cura estaban a unos cincuenta metros, miré hacia delante y vi que el tren estaba a 30 metros. Si hacía un último esfuerzo iba a lograr llegar y salvar mi vida. Así que corrí con todas mis fuerzas hacia el tren. Estaba alcanzándolo, estaba a sólo un salto de colgarme de la barandilla y huir de mis perseguidores.
Para mi mala suerte la neblina había humedecido la barandilla metálica, así que tan pronto como me agarré de ella me resbalé y caí sobre los rieles. Fernando Kliche y el cura me alcanzaron, yo cerré los ojos.
Fin.
Epílogo
Mi sueño habría terminado ahí si hubiese hecho caso al sobresalto que me dio el miedo. Pero hice un esfuerzo (no muy grande) para seguir durmiendo y abrí los ojos (en el sueño) Fernando Kliche con el rostro desfigurado por la ira estaba apuñalándome con un cuchillo carnicero y la mitad de su rostro y parte de su pelo estaban salpicados con sangre.
***

Uhm... ¿Què pensarìa Fernando Kliche de todo esto...?

1 comentario:

Soria dijo...

Pensaría en conseguir una orden de restricción. Y guardias de seguridad. Muchos guardias de seguridad.

We all love qwertys!